jueves, 9 de febrero de 2012

John Wayne Gacy, el payaso asesino.


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Amigo, payaso, asesino

Gacy era un buen tipo, muchos lo consideraban como “un vecino modelo”. Atento, amable, siempre dispuesto a colaborar de forma desinteresada con las asociaciones para la mejora de la comunidad. Todo un ejemplo de ciudadano, a no ser, claro está, por las decenas de cadáveres que aparecieron, como el que no quiere la cosa, bajo su casa…
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Casado, con dos hijos y homosexual reprimido, a los 26 años intentó abusar de un jovencito al que maniató. Todavía inexperto en esto de los asesinatos, el jovencito se escapó, lo denunció a la policía y el bueno de Wayne fue a parar con sus huesos en la cárcel. Lo condenaron a diez años de prisión, pero al igual que en su vida pública, Gacy fue en recluso modelo y consiguió que a los 18 meses de estar en prisión lo dejaran en libertad. Salió el 18 de junio de 1970.
Tras salir de prisión volvió a sus quehaceres, se reintegró, levantó un negocio próspero que daba trabajo, como no, a los jovencitos del barrio. Daba fiestas en su jardín multitudinarias a las que acudían las almas más piadosas de los alrededores, gente de las asociaciones en las que Gacy trabajaba, como la Defensa Civil de Chicago o los Jaycees, una especie de cámara de comercio para la juventud, y si todo esto es poco, se enfundaba su disfraz de Pogo, un payaso más terrorífico que divertido, y acudía en sus ratos libres a entretener a los niños de los hospitales y orfanatos cercanos. Un buen disfraz sin duda: ¿Quién iba a pensar que tras aquel payaso se escondía un violador, asesino y maníaco en potencia?
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En 1972 se casó de nuevo con una tal Carole Hoff, divorciada y con dos hijas, que pese a conocer el motivo por el que Gacy fue encarcelado, no le dio más importancia pensando que fue algo pasajero y que aquel buen hombre no volvería a cometer los mismos errores. Craso error de Carole, por supuesto, pues ese mismo año, Wayne Gacy cometería su primer asesinato.
Un joven con el que se había acostado en su propia casa, por la mañana, según relató Gacy, lo encontró con un cuchillo en la mano, pensando que el joven quería robarle, entablaron una lucha y Gacy lo mató… éste seguro que no lo denunciaba como el anterior.
A Gacy siempre le gustaron los negocios. El padre de su primera mujer era director de zona de las filiales del Kentucky Fried Chicken, y uno de estos restaurantes fue el primer negocio que dirigió. Tras varios intentos fallidos, en 1974 creó la empresa de constructores, Painting, Decorating and Maintenance Contractors, Inc. De nuevo, la particularidad de la empresa es que toda la plantilla eran jovencitos apuestos. El comentaba que así  menos impuestos, aunque la realidad era bien distinta, pues la verdadera finalidad era usarlos para sus prácticas sexuales. Muchos de estos trabajadores se convirtieron en sus víctimas y acabaron a un par de palmos bajo el suelo del sótano de su casa.
John Wayne Gacy no era ningún portento de la belleza, era un tipo más bien gordo y bajo, afable y, eso sí, con pinta de una muy buena persona. Cuando no se hallaba ocupado en abusar y en hacer desaparecer a alguno de sus trabajadores, salía de caza. Acudía a lugares de encuentros homosexuales, donde seleccionaba a sus víctimas. Los llevaba a su casa, donde los maniataba, torturaba, sodomizaba y al final, estrangulaba.
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El sótano de Gacy ya estaba repleto de cadáveres. El buscar un hueco libre para enterrarlos llegó a convertirse en todo un problema, de modo que comenzó a arrojar cadáveres al cercano rio Des Plaines.
Ciertamente, a Gacy tampoco parecía preocuparle demasiado la discreción en aquellos tiempos y nunca fue un lince ocultando sus atrocidades. Los rumores y los dedos acusadores no tardaron en señalarle cuando comenzó a llevar a casa a sus víctimas a plena luz del día, y más cuando un buen número de sus empleados habían desaparecido sin dejar rastro.
La desaparición de Robert Piest, su última víctima, fue la que puso a la policía sobre su pista. La madre de Piest le estuvo esperando el 11 de diciembre de 1978, el día de su cumpleaños, pero Gacy se anticipó y realizó su macabra celebración. La madre, cuando denunció su desaparición, dijo que el chico había ido a un aparcamiento a verse con un contratista para un empleo de verano. Pies trabajaba en un Drugstore y allí informaron a la policía de que Gacy había estado en la tienda realizando un presupuesto de reformas. Tirando del hilo poco a poco, todo condujo a Gacy.
En su casa encontraron 33 cuerpos y todo un catálogo de efectos personales para identificarlos. El payaso asesino había conservado trofeos de casi todas sus víctimas, aunque ni tan siquiera recordaba el nombre de la mayoría. En su desfachatez, incluso llegó a vender el coche de uno de sus asesinados a un empleado. Nunca se ha sabido a ciencia cierta a cuantas personas mató Wayne Gacy.
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Algunos jóvenes tuvieron la suerte de escapar de la casa de Gacy, quizás porque colaboraron voluntariamente en los temas sexuales, quizás porque Gacy no tenía ese día en concreto ganas de matar, incluso uno de ellos, con el que si que lo intentó, escapó y lo denunció a principios de 1978. Se trataba de Jeff Rignall, de 26 años, había aceptado subir al coche de Gacy y éste lo durmió con cloroformo en un descuido. Rignall despertó maniatado en el sótano de Gacy. Allí lo violó y lo volvió a dormir con anestésico en varias ocasiones. Finalmente, no se conocen los motivos, Rignall despertó en un parque cercano con el hígado destrozado por el cloroformo. Lo denunció a la policía que, increíblemente, dictaminó que no habían pruebas suficientes para inculpar a Wayne Gacy sin tan siquiera sospechar ni relacionarlo con las frecuentes desapariciones en la zona en los últimos años.
El pasado de Gacy coincide con el perfil de la mayoría de psicokillers de la historia. Una familia desestructurada, un padre alcohólico que maltrataba a todos sus hijos y a su mujer, que incluso una vez mató de un tiro al perro de John como castigo por algo que había hecho. Según el mismo Gacy contó, a los cinco años una muchacha había abusado de él y a los ocho años fue un contratista quien se propasó.
John Wayne Gacy fue un psicópata sin ningún tipo de remordimientos, frio y despiadado y con una gran capacidad de convicción para hacer creer a todo el mundo lo que querían. Su doble vida fue el papel de su vida, una actuación perfecta que mantuvo casi indemne hasta que lo atraparon. Fue ejecutado por inyección letal el 9 de mayo de 1994, sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento sobre ninguno de sus asesinatos. Sus últimas palabras fueron:“Besadme el culo”.
Dos frases en una entrevista en la cárcel retratan muy bien su forma de ver la vida:
-¿Qué está permitido hacer?
-Todo lo que pueda sin ser pillado.
-¿Qué es bueno?
-Todo lo que es bueno para mi.
Gacy pintó una serie de dibujos y cuadros, de factura más bien patética, y como también suele ocurrir en estos casos, una panda de enfermos que consideran a este tipo como una especie de héroe místico han llegado a pagar sumas considerables por estas basuras. Portada de algunos de cd´s  de algún grupillo pseudosatánico y inspirador de alguna que otra película de serie B.
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Bokor Hill, un pueblo fantasma con Glamour.


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Bokor Hill Station

Existen cientos de pueblos y ciudades fantasmas que por diferentes motivos fueron abandonadas por sus moradores en diferentes épocas de la historia. Pero de entre todas ellas, sin duda, Bokor Hill Station es uno de los  pueblos fantasma con más clase. No sin motivos, pues fue creado, allá por la segunda década del siglo pasado, por los colonos franceses para reproducir, en la lejana Camboya, el lujo y glamour  que tanto añoraban de su país natal.
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El pueblo se edificó a las afueras de la ciudad de Kampot y los franceses no escatimaron vidas camboyanas para crear su pequeño París. Palacetes, viviendas, tiendas, oficina de correos, salón de bailes, el gran Hotel casino “Bokor Palace”, la iglesia… en fin, todo lo necesario para que los colonos no tuviesen que relacionarse ni viajar a las húmedas y mal olientes macro ciudades camboyanas.
Pasados unos años y terminada la época colonialista, la ciudad pasó a manos del gobierno y desde entonces, las lluvias y la naturaleza se han encargado de otorgar a aquellas monumentales ruinas unos matices realmente impresionantes y fantasmagóricos. La mayoría de edificios se conservan bastante bien y si se tiene la suerte de viajar por aquellas tierras, el turista puede visitarlos sin problema. Aunque parece ser que el gobierno tiene pensado restaurar esta vieja ciudad y rodearla de spas y campos de golf, para que vuelvan de nuevo los franceses adinerados… bueno, y los que no sean franceses también serán bien admitidos, jeje.
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Si fisgoneáis por la red, podéis encontrar la película de terror R-point, que se grabó en este lugar… (Camboyana, aviso). Aunque hay cientos de fotografías en la red realmente fantásticas y os ahorrareis el descubrimiento del cine Camboyano.
Por otro lado, parece ser que el lugar, pese a lo tétrico, está limpio de moradores fantasmales, o por el momento, nada fuera de lo normal a ocurrido en Bokor Hill Station.
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Un par de videos, donde se pueden ver los edificios al detalle.


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Las criptas olvidadas

A finales del siglo XIX muchas ciudades europeas se encontraron con un problema de espacio en sus cementerios. En algunas, cuando el cementerio ya no podía extenderse más, construían otros nuevos en lugares distintos, en otras, tomando como modelos las criptas de los cementerios españoles y portugueses, decidieron ampliar los cementerios ya existentes hacia abajo, creando criptas gigantescas y laberínticas que en algunos casos llegaban a superar su espacio exterior. El tiempo ha demostrado que éste sistema, que en el sur de Europa ha funcionado bien, en el norte ha sido un completo desastre.
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A las familias con más nombre se les reservaba un lugar preferente.
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Así fue como en el año 1878, Emile Bockstael, alcalde de la ciudad belga de Laeken, ordena remodelar el cementerio de la ciudad y construir la cripta que, en un principio, cuenta con tres galerías principales y una docena en cruz. Grandes nombres de Bruselas como José Emilio Poelaert Bockstael, Van Volxem o la familia Orban yacen en este lugar. Otras ciudades, viendo lo que se había hecho en Laeken, copiaron el mismo sistema en sus cementerios. En 1885, la ciudad de Namur recrea en su cementerio una copia exacta, aunque de menor tamaño,  a la cripta de Laeken. Otras zonas y características de la cripta fueron copiadas también en los cementerios de Molenbeek y Boitsfort.
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Entre 1919 y 1928 la red se amplió con cuatro nuevas galerías y en 1933 se construyó el columbario de lo que hoy se conoce como cementerio militar.
Pero con el paso del tiempo algo falló, los técnicos y constructores de las criptas, cuando tomaron como modelo las españolas y portuguesas, no tuvieron en cuenta las diferencias de humedad del subsuelo y las condiciones climatológicas tan dispares entre estos puntos europeos, y pasó lo que tenía que pasar. Las filtraciones de agua constantes han degradado hasta puntos irreparables muchas de estas galerías. Algunas secciones han tenido que ser cerradas e incluso en otras, los techos han colapsado o están en riesgo de hacerlo, condenando también las mismas zonas del cementerio exterior, ya que las claraboyas que recorren todas las galerías inferiores para que tengan luz, lo hacen justo por el centro de los corredores de la zona exterior.
El cementerio de Laeken, dependiente de la ciudad de Bruselas, realizó una inversión en 2008 de 3,7 millones de euros para renovar la cripta, intentando respetar la construcción antigua, impermeabilizando bien todas las galerías y construyendo canales de drenaje.
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Detalle de las claraboyas en un corredor del cementerio exterior. Laeken.
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No ha tenido la misma suerte la cripta de Namur, que permanece en estado de total abandono desde principio de los años ochenta y que presenta un aspecto digno de la mejor película de terror.
La podredumbre convive en perfecta simbiosis con musgos y mohos, que revisten paredes y techos para transformar lo que antaño fueron blancas y relucientes lápidas de mármol  en objetos oscuros de texturas imposibles en los que, de no ser porque en ellos se adivinan grabados con cruces, nombres y fechas, uno no sabría muy bien que tras ellos descansan los restos de alguien que fue carne, y que ahora solo es mirada en una vieja foto gastada y carcomida.
Galerías en perpetua penumbra, tiempo detenido tanto para los muertos como para los vivos que allí bajan, que pierden la noción del tiempo entre estalactitas calcáreas y arañas que, a falta de mejor alimento, atrapan entre sus sedas viejas flores de plástico, único recuerdo de los que una vez todavía recordaron.
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Pequeña capilla por la que se accede a la cripta de Namur, a través de una escalera de caracol
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Una galería principal por la que se accede a las laterales.
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Convento Carmelita del siglo XVII


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El desierto de las palmas

Hoy os traigo un pequeño reportaje fotográfico de cosecha propia de unas ruinas históricas que conozco desde niño. Se trata de un antiguo convento Carmelita ubicado en un enclave privilegiado, allí donde el macizo del maestrazgo se suaviza y se une al mediterráneo y que en la zona se conoce como  ”el desierto de las palmas”.

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Los orígenes de la orden

El origen de la Orden se remonta a los ermitaños establecidos en el monte Carmelo de Jerusalén en el siglo XII. Según la tradición, este monte estaba santificado por San Elías y San Elíseo.
La fórmula de vida fue dada entre 1206 y 1214 por San Alberto, patriarca de Jerusalem, en una regla de tradición eremítica donde resaltaba la soledad, el silencio, el ayuno, la abstinencia de carne, y la vida retirada y contemplativa aunque no exenta de trabajo.
Tras conseguir del Papa Inocencio IV la confirmación de la Orden, los monjes emigran a Europa donde comienza una proliferación de centros carmelitas. En España entran los carmelitas a Aragón desde Francia. El rey Don Jaime otorgó Carta de Protección a la Orden.
En los siglos XIV y XV, la Orden del Carmen seguirá las vicisitudes de las otras Órdenes, entre el florecimiento de los estudios y el decaimiento del espíritu religioso y el esfuerzo de renovación llevado a cabo por los santos y los movimientos de observancia.
En España estos movimientos vendrán dirigidos por Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Se promulga la máxima soledad individual, la oración, la lectura y la espiritualidad. Se produjo como consecuencia una división en el seno de la Orden, obteniendo éstos la separación jurídica en el Capítulo General de Cremona en 1593. Un siglo después, los carmelitas descalzos llegaron a Benicasim con el propósito de crear un Desierto para la vida contemplativa. La elección del lugar se debió a la división en 1625 de la provincia de Aragón-Valencia por una parte y la de Cataluña por otra, quedando la primera sin Desierto.
Tras el fracaso de la búsqueda de ubicación en Aragón, se intentó en Valencia, hasta que el sacerdote de Cabanes le dijo al procurador del convento de Valencia, Fray Juan de la Virgen, que “hay un lugar que no puede ser más a propósito” para el asentamiento de la Orden.
Finalmente, se compró en 1691 la Masía de Gavarrell, celebrándose el 2 de febrero de 1694 el acta de posesión, adquiriéndose el resto por 23.000 libras. La nueva fundación tuvo que enfrentarse tanto a la oposición dentro de la propia Orden, como a la del Barón de Benicasim o la de los franciscanos de Castellón.
Los carmelitas de Aragón deseaban la ubicación en sus territorios debido a su mayoría numérica y el Barón pugnaba por sus derechos feudales sobre el territorio. Pero el enfrentamiento más fuerte lo encontramos en la pugna entre franciscanos y carmelitas por imponer sus derechos frente a la otra Orden. Esta disputa se cerrará el 23 de diciembre de 1693 con la licencia del rey favorable a la creación del Convento.
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El convento

La Masía de Gavarrell fue el primer intento de creación de un convento en el Desierto, pero debido a la insalubridad del terreno se decidió construir el nuevo convento en el Bancal de la Colada. En 1698 se comenzaron las obras, siendo el tracista Fray Bernardo de San José, y parte de la construcción del edificio la dirigió Pedro Vilallare, maestro de obras.
El edificio estará finalizado y establecidas las prácticas eremíticas hacia 1709, si bien la iglesia no será acabada hasta 1733. La vida en el convento se irá desarrollando durante casi un siglo, con algunas vicisitudes como las sufridas con motivo de la Guerra de Sucesión, hacia 1710, cuando partidas de “micaletes” hostigaron a los monjes llegando a encerrarles por un asunto de ocultación de armas.
Entre 1724 y 1730 se construye la muralla que ha de cerrar el recinto conventual. Para esta época ya se han construido los principales edificios carmelitas. Se trata de un convento que combina la vida cenobítica con edificaciones que permitan la oración y la contemplación individual, un monasterio-desierto para la provincia de Aragón-Valencia.
El fin de siglo significará un nuevo cambio en la comunidad. En 1783 se producirán una serie de lluvias torrenciales desde septiembre a diciembre que producirán la apertura de simas en la tierra y grietas en los muros del convento, justo entre dos barrancos y en una tierra mal asentada. Las ermitas y el convento sufren grandes pérdidas, instalándose los monjes en una hospedería. Después de pedir consejo, se derribará el panteón y los edificios de poniente para aprovechar los materiales con que se construirá el nuevo convento.
Para el emplazamiento de las nuevas edificaciones se elige el bancal de la Portería, comenzándose las obras en 1784. En 1791 se iniciaba la construcción de la iglesia y en 1793 la vida eremítica. En el año 1796 la iglesia ya se había terminado y en 1802 se trasladaron los cadáveres del viejo al nuevo monasterio. En 1811 llega a la provincia el general Suchet, produciéndose los primeros abusos.
Y ahora, un pequeño paseo por el lugar.
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Las ruinas se dividen en dos partes, la zona de la iglesia y la zona de edificios de usos comunes. Entre ellas, la vegetación se a adueñado del lugar
a excepción de las zonas abiertas, que siguen siendo cultivadas por los monjes del nuevo convento.
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A la derecha se puede ver la puerta por donde se entraba al convento
Gran parte de este edificio fue desmantelado para construir el nuevo convento
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Volviendo a la zona de la iglesia, encontramos numerosos recovecos, túneles y estancias, algunas de ellas bastante oscuras y siniestras.
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Desde una de las entradas, entre los matorrales, se llega hasta el aljibe y se observa el pozo desde abajo.
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Rodeando la iglesia, pasamos a la zona del Claustro, del que tan solo algunos pilares bordeando todo el perímetro.
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Al volver, entre los matorrales que se ven al fondo, encontramos una pequeña capilla decorada con motivos religiosos.
Tristemente, los desaprensivos de turno han destrozado casi todas las pinturas.
Y aquí termina nuestro paseo, espero que os haya gustado.
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