jueves, 8 de marzo de 2012

CUANDO CHILE CUMPLIÓ 100 AÑOS


CUANDO CHILE CUMPLIÓ 100 AÑOS


Noches en vela y enfermedades estomacales fueron los problemas más simples que debió vivir el ministro a cargo de las actividades del Centenario. Un espectáculo que deslumbró lujo en 1910, y que supo ocultar una serie de anecdóticas situaciones, desde una delegación entera atrapada en un palacio, hasta  la falta de sillas en las ceremonias del congreso. Estas y otras peripecias nos relata el autor en sus memorias íntimas, como un fiel testigo de lo que realmente fue nuestra primera gran celebración patria.


Carlos Morla Lynch nació en 1885, era hijo del distinguido diplomático Carlos Vicuña Zalldívar, y la hermosa sobrina del General Lynch, doña  Luisa Lynch Solar. Tuvo una amplia carrera diplomática, también fue periodista y poeta, bajo el seudónimo de Almor. Cuando estalló la Guerra Civil Española era Embajador en ese país, convirtiendo la Embajada en un refugio, forjando amistad con grandes personajes como Pablo Neruda y Federico Garcia Lorca; y salvando a muchos perseguidos que encontraron asilo en nuestro país. Murió en 1969.
En 1910, Chile se disponía a celebrar su centenario de la república y el señor Morla con apenas 25 años, fue nombrado Introductor- Ministro de protocolo de los festejos- debiendo coordinar la mayoría de las celebraciones y recepciones, así como también custodiar y atender a las diversas delegaciones extranjeras que comenzaron a llegar en septiembre al país. 
Sin duda alguna el trabajo de Carlos Morla fue estresante.En un ambiente de euforia y optimismo, era él el encargado de mantener la brillantez de los festejos, y preocuparse de que todo estuviera en orden y siguiera el protocolo diseñado. 
El Centenario fue la ocasión especial para que Chile saliera al mundo, y demostrara ser una sociedad moderna, próspera y sofisticada, por lo que el Gobierno había invertido una enorme cantidad de recursos en un ambicioso plan urbanístico de transformación de Santiago, y otra gran cantidad de dinero en extravagancias necesarias como banquetes, recepciones y el comentado juego de victorias y coches construidos en Francia, tan lujosos que fueron exhibidos en el Petit Palais antes de ser embarcados al país.
 No hace mucho además, la vecina nación Argentina había derrochado fastuosidad en sus propias celebraciones centenarias, por lo que el Gobierno Chileno no quería parecer menos elegante; y pretendía además, con estos festejos, terminar con la mala estrella que se había puesto sobre el país; precipitando hace algunos años un terremoto, y recientemente la sucesiva muerte del Presidente Montt y el vicepresidente, a sólo meses de las celebraciones oficiales. Esperaban ahora que la alta figura de Emiliano Figueroa, tan elogiada por su porte magnífico y distinguido, no sucumbiera ante la mala racha, y Chile pudiera celebrar sus 100 años como habían venido haciendo la mayoría de las naciones americanas.

13 de septiembre. Carlos Morla se dirigía agotado hacia su casa, después de despedir al Presidente Figueroa que partía a Valparaíso, deseando sólo poder dormir. Ya en camisa suena el teléfono y el mozo lo despierta, desesperado. “Señor Morla, no se imagina usted lo que ha pasado..! Es atroz, horrendo e inaudito… las delegaciones centroamericanas están atrapadas en el Palacio Nieto, porque la servidumbre en pleno, se fue a festejar llevándose el manojo de llaves…!”. Corriendo atraviesa la Calle Vicuña Mackenna, y en las ventanas del palacio observa como sus huéspedes miran por las ventanas pidiendo ayuda. Con una escalera que sujetan a un balcón hacen bajar a las damas y sus maridos, pidiendo las más profundas disculpas. Por supuesto de las llaves nunca más se supo, porque entre la bebida y los fuegos artificiales, se perdieron en algún arbusto de la Alameda.
El control de las legaciones extranjeras fue un verdadero dolor de cabeza para Morla. Tan numerosas como temperamentales, cada comisión llegó a Santiago, debiéndose al carecer la ciudad de grandes hoteles, pedir a las más altas personalidades de sociedad, prestar sus residencias y alojar a estos distinguidos huéspedes, a cambio de un suculento pago de 30 a 50 mil pesos. La gran comitiva Argentina, quizás la más esperada, se alojó en la casa de la familia Edwards en Morandé con Catedral; en la de Adela Pérez, Luis Lagarrigue y la de Pilar Opazo de Noguera. La delegación Española en la residencia de Claudio Matte; la delegación de Japón en la casa de José Ignacio León. Estados Unidos en la casa de Alejandro Fierro; Alemania en la suntuosa residencia de Ismael Tocornal; Italia en la casa de Enrique Villegas; Inglaterra en la fastuosa casa de Ricardo Lyon; Bolivia en la de Carlos Grez. Brasil y México en el Palacio Meiggs; y el resto de las delegaciones centroamericanas, menos numerosas, fueron alojadas en el gran Palacio de la familia Nieto, en calle Vicuña Mackenna. Famosa fue esta estadía, por el suceso antes mencionado, y por las continuas disputas entre las señoras de los embajadores, que hicieron de la convivencia un infierno por largos días, debiendo ser mediador muchas veces del conflicto, el citado Carlos Morla.



La llegada de las delegaciones fue todo un acontecimiento, y un martirio para el Ministro. Cuando llegó el representante de Estados Unidos, Mr. White, tan sencillo y amable, éste se perdió de su comitiva, subiendo a otro carro, mientras la Estación Central era inspeccionada con locura para encontrarlo. La delegación Ecuatoriana traía al arrogante ex presidente Luis Cordero, de aguileña figura, que llamaba a Chile su segunda patria, derramando lágrimas en cada pie de cueca e himno patrio, debiendo ser atendido por médicos en numerosas oportunidades. La esperada delegación Francesa traía un espectacular jarrón sévres para intentar compensar la falta de esfuerzo al enviar a un solo represente, Monsieur Paul Desprez. La interesante figura del Barón de Rio Branco, representante del Brasil, animó con su cordial conversación y su impecable sentido del humor, todas las recepciones, salvando más de un episodio desagradable. De Italia y España, dos nobles: el Duque de Arcos con su señora, y el Marqués de Borsarelli, ambos atendidos con especial cuidado y protocolo. Un exótico personaje también llegó desde Japón, el Marqués de Inouyé, que en su recibimiento en el Palacio de la Moneda, al carecer la orquesta de un himno nacional japonés, intentó disimular uno, causando por los instrumentos nada de orientales, un ruido estrambótico y horrendo; aunque el embajador japonés cortésmente jamás se quejó, por lo menos en castellano.
A cada representante se le asignó un secretario y acompañante, entre los más notables miembros de la alta sociedad; que no sólo los recibían en su casa, si no que debían agradarles y hacer entretenida su estadía, generando un gran vacío económico, que no dudaban en aquejarle al colapsado señor Morla. “Su excelencia a querido lustrarse los zapatos, su excelencia ha ido por limonada, su excelencia ha pedido grandes banquetes; y el dinero que dan no alcanza y he desembolsado de mis rentas personales”… -“Háganlo por amor patrio…” decía el Ministro Izquierdo, otro personaje de gobierno que debió soportar la locura del Centenario.

 16 de septiembre. Llega la esperada comitiva Argentina a la Estación Central. Era tan numerosa como deslumbrante, su excelencia el Presidente Figueroa Alcorta venía acompañado de su mujer e hija; lo seguía una comitiva de altos funcionarios, ministros y senadores, todos con su mujer, que según se cuenta fueron aclamadas por su belleza. Como parte de la comitiva de recibimiento, el Presidente, los ministros y los altos funcionarios; fueron acompañados por ilustres miembros de la alta sociedad, y cientos de personas que se agolparon en las cercanías de la Estación Central para presenciar el acontecimiento. Entre las señoras estaba la hermosa Olga BUdge de Edwards, Teresa Cazotte de Concha, Elena R. de Tocornal, Carmen Blanco de Vergara, que fueron asignadas como acompañantes de la Primera Dama Argentina, conocida por su temperamento delicado.
El Presidente Chileno recibe fraternalmente a Figueroa Alcorta, Presidente Argentino, y le dice: “Ilustre mandatario argentino, has llegado a tu patria. El suelo chileno se enorgullece de tener hoy como huésped al gran presidente de la república hermana”. Y así comienza el recibimiento, la multitud vitoreando y la orquesta deslumbrando con honores patrios. Son 36 los vehículos que llevaran a los dignatarios hacia La Moneda, entre coches, victorias y vis a vis. Las damas se disputan los coches o discuten con sus maridos, que entre la conmoción han olvidado sus modales, y no pasan su mano para ayudarlas a subir. Inician su desfile por la Alameda, la gente desborda las veredas. Oficiales del ejército y la orquesta presiden, tras ellos los coches que transportan  a los ministros y senadores argentinos. Las victorias con las señoras argentinas y chilenas, entre ellas Clarita, la hija del presidente argentino, y la popular señora de Marcó del Pont de Rodriguez Larreta, famosa por su belleza y exuberante juego de joyas. Continúa el personal del ejército, que custodia los landeau de gobierno, con los más altos funcionarios, y la escolta presidencial, que resguarda al final del desfile, los coches a la Daumont, que llevan a sus excelencias los Presidentes Figueroa Alcorta y Figueroa Larraín; y las primeras damas de Chile, Leonor Sánchez; y de Argentina Josefa Bouquet.  De los balcones caen flores, guirnaldas de rosas y claveles. El desfile es alegre y hermoso. En la Plazuela de La Moneda rinden honores el colegio militar chileno y argentino, entre una multitud de banderitas de ambos países.
El ingreso a La Moneda es caótico, la banda militar toca una música infernal, y el gentío es tal que el protocolo ya no se aplica, haciendo ingresar a todos, al enorme Salón de Honor, para luego salir en comitiva, y llevar al Presidente Argentino y su mujer, al Palacio Edwards.
Problemas tiene la Primera Dama argentina, Josefa Bouquet de Figueroa, de temperamento frágil y resuelto, parece sofocada por el calor, se abanica rápidamente… está aburrida de disimular sonrisas, y soportar saludos, olores, gentío y el barullo. Un ministro argentino amigo de Morla, le confidencia al oído:- “será conveniente evitarle desagrados, por cuanto la interesante dama es en extremo sensible”. Y si que lo supo Morla, la Señora de Figueroa Alcorta, sería protagonista de delicadas situaciones en donde el protocolo se iba por la borda debido a su temperamento explosivo.
Esa misma noche, don Enrique Concha y Toro ofrece una recepción privada en su magnífico palacio morisco de la Alameda, en honor al Presidente Argentino. Morla no puede sino decir maravillado: “A media noche, hora en que llegaron los Excmos. Señores, era aquello una visión espléndida, maravillosa, de las mil y una noche es que notenía nada que envidiarle a los fastuosos saraos de Aladino o de Ali Babá. Y luego la belleza de las mujeres...empezando por la dueña de casa, armónica y sabiamente ataviada, como una reina del oriente, en ese recinto bizantino.”

17 de septiembre. Se pone la primera piedra al Monumento del Ministro Zenteno en Alameda, donde habla el Ministro de Guerra, Carlos Larraín Claro; y el diputado argentino Adrián Escobar, un conquistador que sin turbarse por las miradas de las jovencitas, derrochó simpatía, y suspiros entre toda la concurrencia.
Carlos Morla no asiste a la inauguración del Palacio de Bellas Artes, importante edificio, tan lujoso que las calles adyacentes fueron cubiertas de ripio, para que cuando ingresaran los invitados a los marmóreos pavimentos, no los ensuciaran. También se inaugura el hermoso Monumento de la Colonia Francesa a la misma hora, pero el ministro está tan ocupado por la ceremonia de la Sesión Solemne en el Congreso a las 16 horas. Acarrea las sillas el mismo, y camina por las calles entre el Congreso y La Moneda, arreglando los últimos imprevistos. De repente una multitud que tiene bloqueada la esquina de Estado y Huérfanos, sorprende al ministro, que ve en ese gentío un impedimento para que las delegaciones lleguen al Congreso a la hora. Pregunta a un policía qué pasa, - “Inauguración de los almacenes Gath y Cháves”.
La ceremonia en el congreso se inicia con cuatro veces más invitados y pocas sillas. A codazos y empujones los más osados se sientan, y los más campechanos, prefieren ver la ceremonia de pie. A murmullos todos comentan la belleza de la señora de Rodriguez Larreta, mientras otra gran matrona argentina duerme con descaro sentada en su silla. Un escándalo de pájaros y gatos, llama la atención. La distinguida primera dama argentina está sofocada, y nerviosa; y ha dado un pellizco a su hija, causando la ira de la joven que intenta disimular educadamente su odio. Otro altercado, Cornelio Saavedra reclama por la falta de sillas, y grita en plena ceremonia, que los diputados chilenos están de pie y quiten sus asientos a los argentinos. Qué impertinente.
Entre figuraciones y discursos, culmina la ceremonia el delegado Uruguayo, el poeta Rodó, que pronuncia acertadas palabras, casi mágicas, que calman y llaman la atención de toda la concurrencia.
Una señora argentina sofocada por el calor, ha perdido los estribos, y olvidando protocolo y elegancia, grita desesperada ante su dama de compañía “Déjeme tranquila, ya no puedo más, estoy loca!...Jamás he sentido más calor que hoy, más cansancio, mas sofocación y mis pies nunca me habían dolido tanto…”. Y todo el esfuerzo del señor Morla para que fuera perfecto; de repente la farsa en que Chile estaba empeñado llega de golpe, una ceremonia que costará un ojo de la cara al país, mientras hay gente con hambre a pocos metros… y nada resultó; aunque eso ahora es parte de harina de otro costal.

18 de Septiembre. Se inicia a las 9 de la mañana, con la llegada del Ejército patriota desde Maipú, que desfilan por Bascuñán Guerrero hasta llegar a la Alameda y la Estatua del General San Martín. Los presidentes se dirigen luego a poner la primera piedra del Monumento a la Independencia frente al Parque Cousiño, y luego a la Catedral al Te Deum. Qué molestos salen todos de ahí, los beatos y sacerdotes llenan los primeros asientos, y muchos quedan de pie. Hay que procurar tener un asiento para el nuevo presidente electo, don Ramón Barros Luco, tan sencillo que no le importó sentarse en segunda fila; y soportar el barullo que armará Monseñor Sibilia, al encontrar que el asiento asignado no se ajustaba a su personalidad eclesiástica; y pasar sin mayor aviso, al Altar Mayor junto a los altos sacerdotes chilenos. Se termina y las puertas de la Catedral se abren, apenas pueden salir los invitados, la multitud es enorme. El desorden es tremendo. “El Cuerpo Diplomático no logra salir de la Catedral e, involuntariamente, pienso en la tragedia que sería el Incendio de la Compañía. Ambos Presidentes esperan en la calle, en medio del estiércol de los caballos. He perdido mi sombrero y-no sé por qué -tengo otro en la mano que no es mío”. Dice Morla.
Se van todos a un Lunch en el Palacio de La Moneda. Hay muchos jóvenes en esta ocasión, hijos de ministros que se suman a la comitiva a última hora, y molestan a Morla que no puede ubicarlos en la sala, y debe soportar sus reclamos: “Solicitan afanosamente medallitas y placas conmemorativas...(Han de ser de las de oro). Agotada mi paciencia, declaro que no las hay.
-En Buenos Aires las había a destajo, me responden. -En Chile se acaban, declaro”.
El día termina con un restringido Garden Party en el Cerro Santa Lucía ofrecido por la Municipalidad; y una gran función de Gala en el Teatro, un gran espectáculo donde los palcos desbordaron elegancia y lujo, repletos de dignatarios con uniformes oficiales, bellas damas con escotes primorosos, que ocultan tras deslumbrantes brillantes. En la galería, los peculiares “rotitos” chilenos, lanzan miradas atrevidas y frases chispeantes, que hacen ruborizar a todas las elegantes. 


19 y 20 de septiembre. A las 9 de la mañana el Duque de Arcos, representante de España, inaugura el Monumento a Ercilla, muy cerca del Parque Cousiño. En auto se dirigen los representantes chilenos y argentinos, y en especial la Primera Dama trasandina, a entregar en el Hospital del Salvador, una cuantiosa limosna a la madre superiora Sor Leonidas.
El Almuerzo hoy se realizará en el lujoso Palacio Edwards, donde aloja su excelencia Figueroa Alcorta, y que ha organizado una suntuosa recepción, invitando al presidente, altos ministros y las más elegantes damas de sociedad, como agradecimiento por sus labores. El presidente Chileno ingresa por la escalinata de mármol blanco, al lujoso salón delimitado por columnas de mármol rojo. En el centro lo reciben sus excelencias trasandinas, y rodeándolos están las distinguidas damas chilenas, despampanantes y elegantísimas. Especial atención muestra el presidente Argentino con doña Luisa Lynch de Vicuña, madre de nuestro cronista, que sirvió junto a su marido Carlos Morla Vicuña, muchos años en Buenos Aires, donde era recordada ampliamente por su belleza y cordialidad.
Figueroa Alcorta ofrece su brazo a la noble señora, que ingresa junto a él y se sienta en la cabecera, presidiendo el lujoso comedor.  Una sorpresa se encuentran las mujeres chilenas bajo las servilletas, tienen como regalo preciosas joyas. Que cortesía, y buen gusto.
La revista militar en la elipse del Parque Cousiño fue magnífica. Llena de halagos al ejército y a los pequeños boys scouts. Las ceremonias son interminables, a las 17 hrs una matineé en el Club de la Unión, donde nuevamente la señora Marcó del Pont se luce, e invita a un banquete en su palacio en honor a los senadores y ministros. Una recepción que a pedido del ministro argentino debió organizar ese mismo día el cansado señor Morla. Tras una ceremonia sobresaltada, todos se dirigen nuevamente al Palacio Edwards, donde el presidente ofrece un baile. En el camino, a lo lejos, se ven los fuegos artificiales del Cerro Santa Lucia. 

El día siguiente se inicia con la ceremonia al Monumento Ohiggins, estrambótico y ruidoso, pero lleno de emoción patria. Se continúa en victoria hacia la Plaza Colón, donde se inaugura el Monumento de la Colonia Italiana. Y después de las 12, todos se dirigen hacia el Club Hípico, para el gran almuerzo ofrecido a todas las delegaciones extranjeras. El paraje es increíble, y al fondo se ven correr los caballos. Entre todos los concurrentes, el duque de Arcos se levanta, y con copa en mano entrega el saludo oficial de su Majestad el Rey de España.
En la tarde, asiste a una pequeña recepción que ofrece la señora Lynch en su casa, a todas las señoras argentinas, un cotorreo que no dejó descansar al pobre Morla.
Más tarde un nuevo banquete en el Club Santiago, todos los elegantes tienen en su cara un aspecto de cansancio y amargura. EL deslumbrante baile queda para los más jóvenes, el Presidente argentino está desparramado en su silla, haciendo ademanes de cortesía nada corteses. Al final de la noche se produce otro suceso. Nadie encuentra en la guardarropía sus cosas, todos se agolpan e intentan buscar sus pertenencias. De repente, la primera dama argentina, se escabulle entre la multitud y mal humorada, pellizca a la señorita de servicio y lanza todas las capas de piel por los aires, para que las busquen y puedan irse a casa. Qué mujer, Morla le ofrece ayuda. Ella responde – “No me hable por favor, que lo agradeceré”. Cómo comprender a esta distinguida trasandina. 

21 de septiembre. Los festejos culminan oficialmente, para el alivio de muchos. Una recepción en La Moneda, de despedida. El júbilo en los rostros de los Figueroas, de las primeras damas, de los ministros, de los obispos, de los senadores y diputados. Un alivio para todos que tenían los pelos de punta estos días de celebración.
Un nuevo desfile se inicia desde el Palacio, hacia la Estación Central, nueva multitud, coronas de flores, gritos y aplausos. En al puerta de la estación a Morla le llega un obsequio de Su excelencia Figueroa Alcorta, una cigarrera y una fosforera de plata.
Vivaaaa! Grita la concurrencia, mientras el ruido de la locomotora estremece la enorme estación de metal francés. Los presidentes se despiden afectuosamente, sacan la cabeza por las ventanas los ministros y sus señoras, la chica Figueroa Alcorta se despide del señor Morla con una rosa y una sonrisa. En fin, vuelven a Argentina.
EL día  ha sido agitado, el Concurso Hípico, la inauguración del Monumento Suizo, una fiesta bomberil en el Club Hípico. El representante de Estados Unidos, Mr. White, celebra un banquete en su casa. Qué agotador día, y aun el señor Morla no puede dormir.

Los siguiente días son parecidos, aunque mas calmados, recepciones y banquetes, bailes se suceden día tras día, hasta que a fines de septiembre, las delegaciones comienzan su marcha hasta sus propios países. El señor Morla, puede por fin poner la cabeza sobre la almohada, y descansar sin pensar en incendios, delegaciones atrapadas, discusiones y pleitos de temperamentales señoras. Han terminado los festejos oficiales, Morla va a despedir a la Estación Central a un buen amigo y el resto de los representantes. Escucha el lento andar del tren, mientras las manos se agitan por la ventanilla. El centenario se ha ido, sube en ese tren su último vestigio y piensa “Partir,  c’est mourir un peu”. Mientras el tren abandona la estación muere parte de nuestra historia nacional, un suceso que jamás se repetirá.
El centenario ha terminado, con menos brillo y más problemas de lo esperado; pero tan extravagante y fastuoso, que en 100 años lo recordarán como una de las fechas más deslumbrantes de nuestra historia.
Morla puede descansar en paz. . .
Mario Rojas Torrejón
Fernando Imas Brügmann

PARQUE COUSIÑO Y PARQUE O’HIGGINS


PARQUE COUSIÑO Y PARQUE O’HIGGINS:

IMAGEN PASADA, PRESENTE Y FUTURA DE UN ESPACIO VERDE EN LA METRÓPOLI DE SANTIAGO.



REVISTA DE URBANISMO U. DE CHILE
PENSAMIENTO ACTUAL
Chile - Extranjero
ARTÍCULOS – ENSAYOS – ENTREVISTAS – CRÍTICAS – REFLEXIONES – PONENCIAS

Martín Domínguez V.

Resumen

El Parque O’Higgins, ex Cousiño, ha tenido una evolución a partir de su creación en 1873, cuyo efecto ha significado un desperfilamiento de su rol e imagen como espacio verde, con la consecuente pérdida de su prestigio de otrora. Su patrimonio vegetal y su superficie han disminuido: el patrimonio vegetal en algunas áreas ha sido reemplazado por construcciones, y de la superficie original 91,7 hectáreas, corresponden actualmente al parque sólo 76,7. El autor se pregunta por la proyección de la imagen de este parque hacia el futuro.

ABSTRACT.

summary

The Parque O'Higgins, former Cousino, has evolved from its inception in 1873, whose effect has meant desperfilamiento its role and image as green space, with consequent loss of its former prestigeIts plant heritage and its surface has decreased: the plant heritage in some areas has been replaced by buildings, and the original area 91.7hectares, the park currently are only 76.7The author questions the projected image of the park into the future.


Período 1850 - 1890

La calle Dieciocho (1850 - 1887)(1)

La calle Dieciocho fue abierta hacia el sur desde la Alameda de las Delicias en el año 1850, conjuntamente con otros callejones que se transformarían en las calles Lord Cochrane y San Ignacio.

Esta calle se convierte en el principal acceso al Parque Cousiño y su Campo de Marte. Don Luis Cousiño termina de construir el palacio que tiene su nombre el año 1878, ubicado al final de la calle, logrando así adoquinarla.

El barrio comienza a consolidarse alrededor de los años 1886 - 1887 respetando la forma de la manzana de 120 metros por 120 metros aproximadamente.

Palacio Cousiño (1870 - 1878) / (2) (3)

Construido entre los años 1870 y 1878 por el arquitecto francés Paul Lathoud para doña Isidora Goyenechea, viuda de Luis Cousiño; familia acaudalada dueña de las minas de carbón de Lota e intereses en la minería del cobre, flota naviera y la famosa viña Macul.

El Palacio, ubicado en calle Dieciocho N° 438, deslumbró a la sociedad santiaguina de la época por su fastuosidad y lujo, y por la introducción de adelantos técnicos como el primer ascensor que hubo en Chile. Los principales materiales del edificio como los revestimientos, las rejas de fierro, las baldosas y azulejos y todo el mobiliario, fueron traídos desde Francia.

Esta es la única mansión de la época que conserva su alhajamiento original en perfecto estado de conservación desde su inauguración en 1877. Sorprende el lujo de sus salones, con muros forrados en terciopelo dorado haciendo juego con los cortinajes y el color del parquet, que en cada sala es distinto. Está constituido por un volumen principal de dos pisos rodeado de un amplio jardín, que conserva aún su diseño original y edificios anexos de servicio y cocheras. En su exterior las fachadas se modulan con pilastras jónicas y destacan en la decoración de ellas tonos de fayenza azul y amarillo.

El interior se organiza en torno a un gran salón central de doble altura de donde nace la escalera principal. Los salones y recintos adyacentes profusamente decorados se caracterizan por un juego de visuales producidos por espejos y cristales de gran tamaño.

La estructura fundamental es de albañilería de ladrillos. Este edificio fue restaurado en el año 1968 después de ser afectado por un incendio que destruyó parcialmente los salones del segundo piso.

La excelente calidad de la construcción y decorado han mantenido esta obra intacta por más de un siglo.

La Plaza Las Heras se encuentra al oriente del inmueble.

La calle Ejército 1872 - 1873 (4)

Benjamín Vicuña Mackenna y colaboradores escriben sobre la transformación de Santiago entre 1872 y 1873, y se refieren a la terminación de la avenida Ejército Libertador mencionando su costo: "respecto a la avenida del Libertador no importarán la mitad de la suma de 10.000 pesos si los propietarios de los sitios adyacentes continúan manifestando su inteligente liberalidad que han desplegado hasta aquí".

Parque Cousiño 1845 - 1873 (5) / (6) / (7) / (8)

Antes que existiera el Parque Cousiño propiamente, esta área era una extensa explanada polvorienta, que alguna vez había sido un campo de labranza de verduras y legumbres, pero de ello sólo quedaban zanjas y zarzamoras, denominándose a comienzos del siglo XIX indistintamente con el nombre de "Llano" o "Pampilla".

A esta área se volcaba la población en septiembre para gozar del tibio sol primaveral, encumbrar volantines y participar en las maniobras militares que recordaban cada nuevo aniversario patrio. De ello nos ha quedado un testimonio gráfico en el cuadro pintado por Mauricio Rugendas (1802 –1858) mostrando la llegada a La Pampilla del Presidente Don Joaquín Prieto, mientras el pueblo baila cueca y bebe chicha y chacolí en improvisadas y concurridas ramadas.

"El Presidente Prieto llegando a La Pampilla", Mauricio Rugendas. Fte.: ROMERA, Antonio R., Historia de la pintura Chilena, Editorial Andrés Bello, cuarta edición, 1976, p.27. Reproducción con fines culturales.

"18 de septiembre de 1845", Ernest Charton de Treville (1818 –1878). Fte. : PEREIRA SALAS, Eugenio, Estudios sobre la historia del arte en Chile Republicano, Ediciones de la Universidad de Chile, Fundación Andes, 1992, p.237. Reproducción con fines culturales.

Como parte del lugar se empezó a utilizar para adiestrar a los cuerpos de milicias de la ciudad y, después, para impartir instrucción militar a los soldados que deberían luchar por la independencia nacional y continental, se le denominó "Campo de Marte".

Durante el gobierno del general Don Manuel Bulnes, el estado adquirió 140 cuadras que pertenecían a los señores Francisco Vergara, José Santiago Montt, Vicente Ovalle y Francisco Cortés, por escritura del 20 de enero de 1845, otorgada ante el notario don Gabriel Muñoz en la suma de $ 73.610.

El amplio terreno se extendía después el camino de cintura por el norte, el Zanjón de la Aguada por el Sur, San Ignacio por el Oriente y el Callejón de Padura por el Poniente. En ese predio comenzaron a instalarse, muy pronto, la Escuela Militar, el Parque General del Ejército, el Cuartel de Artillería, el Presidio Urbano, la Penitenciaría, la Fábrica de Cartuchos, la Quinta del Instituto Nacional y otras instituciones. El resto del terreno, 88 hectáreas limitadas por cuatro callejones que después fueron las avenidas que el Intendente Vicuña Mackenna denominó Tupper, Rondizzoni, Viel y Beaucheff, en recuerdo de cuatro distinguidos militares extranjeros de la época de la independencia, quedaron dedicadas al Campo de Marte.

"Campo de Marte", Giovatto Molinelli, 1859. Fte.: Arte 1, Editorial Antártica, s/f, p.121. Reproducción con fines culturales.

Durante el período presidencial de don Joaquín Pérez, el 20 de enero de 1870, se dictó un decreto por el que se convenía la entrega de este terreno a don Luis Cousiño Squella, hijo del gran empresario don Matías Cousiño. Don Luis había nacido en Santiago en 1835, y se había educado en el Instituto Nacional y después en Europa donde había admirado los grandes parques como el Bois de Boulogne, Vincennes, Hyde Park y algunos italianos. De regreso de Europa, al fallecer su padre en 1863 heredó su gran fortuna, que quiso compartir con sus connacionales.

En enero de 1873, don Luis Cousiño Squella propuso al gobierno donar el parque a la ciudad, con la sola excepción de una elipse de 690 por 440 metros que se dejó para las maniobras y desfiles militares. Con este gesto ampliaba los ensueños de Vicuña Mackenna de dar a Santiago grandes pulmones.

Don Luis se dio de inmediato a la tarea y contrató los servicios de un prestigioso urbanista español, don Manuel Arana Borica y, posteriormente, al paisajista Gustavo Renner. Este último había proyectado al parque Macul en 1872, luego con Claudio Vicuña realizaban el parque Bucalemu en 1875, y construía el parque Santa Rita entre 1882 y 1885, diseñaba los parques Callejones, Graneros y Lo Aguila en 1890, e intervenía en el parque de doña Manuela Subercaseaux.

Don Luis dirigió personalmente los trabajos, que correspondieron: una red de caminos de más de ocho kilómetros, un lago artificial de más de 30.000 metros cuadrados, con sus islas y tres puentes, don casas para jardineros y dos viveros, de una cuadra cada uno. Además se plantaron 60.000 árboles entre los cuales se contaban olmos, acacios y fresnos, y plantas de numerosas especies, más 40.000 que se conservaban en barbecho.

Se construyó un restaurante para atender a los visitantes, un pabellón para la música y una balaustrada de madera que bordaba el lago por un costado. Dos grandes y hermosas portadas de hierro forjado, fundidas en Francia, daban acceso al recinto. Por último don Luis costeó los uniformes, que se encargaron a Francia, para 25 guardabosques, y cuatro carretones con todas sus herramientas.

El contratista del Parque fue el inglés Warthon Peers Jones, quien antes de llegar a Chile había pasado por Panamá y Perú y también había estado en la India, lo que se dio a conocer por la publicación de su diario.

Warthon Peers Jones empleó ochenta trabajadores para construir el Parque, pero durante la guerra con Perú los reemplazó por 150 prisioneros peruanos. La revolución del 91 lo encontró en Londres y fue comisionado para viajar a París para impedir que el gobierno francés reconociera a un enviado del régimen depuesto.

El diseño del Parque Cousiño se basaba en los parques franceses del Segundo Imperio. (9)

El Parque Cousiño. Fte.: tarjeta postal, Unión Postale Universelle, s/f. Archivo M.I.P.R.

Don Luis Cousiño Squella no alcanzó a ver su obra terminada, pues falleció a los 38 años, en la plenitud de su vida, en Chorrillos, cerca de Lima, el 19 de mayo de 1873. El Intendente de Santiago, don Benjamín Vicuña Mackenna había recibido el Parque el 2 de enero de ese mismo año, al que se dio el nombre de su creador, en sesión municipal del 13 de mayo, es decir, seis días antes de su muerte.

Las calles República y España 1873-1880 (10)

Las quintas más renuentes a la expansión urbana de esa época fueron la de Henry Meiggs, el aventurero americano y magnate del ferrocarril, quien lotea su quinta ubicada en la Alameda con República, en el mes de enero de 1873; y realiza un loteo con hermosos sitios de alto costo y cede el terreno para la formación de las dos avenidas más importantes del barrio: la avenida República y la avenida de la Capital que luego se llamaría España. Estas avenidas conformarían la población Meiggs Nº 1665. Años más tarde seguiría igual destino la quinta de don Francisco de Paula Echaurren.

Las calles que corrían oriente-poniente se prolongaron hacia el poniente con los mismos nombres (Sazié, Grajales, Gorbea, Toesca y Gay). La más cercana a la Alameda que era la calle uno, se le denominó Manuel Montt y después se llamaría Salvador Sanfuentes. La calle al extremo sur de este barrio se llamó Domeyko.

Todos estos nombres fueron puestos durante la intendencia de don Benjamín Vicuña Mackenna (1872-1875). El barrio se empieza a constituir en 1880 en torno a las dos avenidas señaladas que corrían de norte a sur.

Período 1880 - 1930

El Club Hípico 1867-1930 (11) / (12) / (13)

Luis E. Soto, en "El Turf en Chile", describe el reemplazo de las carreras a la chilena en línea recta y de los dos animales montados por niños de diez a doce años, por las de estilo inglés, en el siglo pasado. Modalidad introducida por la Sociedad Hípica entre 1867 y 1871, que se practica en el Campo de Marte del Parque Cousiño.

En pleno Septiembre de 1867, en el Campo de Marte, entonces El Llano o Pampilla, se llevaron a cabo las primeras carreras patrocinadas por la Sociedad Hípica, entidad organizada por Enrique Cood y Carlos de Money. Pese al entusiasmo, la Sociedad terminó sus actividades en 1871. Esto tuvo como consecuencia la formación en 1869 del Club Hípico de Santiago, cuyo primer presidente fue Francisco Baeza.

Alfonso Calderón y María Teresa Serrano, autores de la publicación "Cuando cumplió 100 Años", citan a un irónico periodista de la época; según éste, los chilenos ya no tienen "nada que envidiar a Inglaterra, sino sus nieblas".

En el mismo trabajo se reseña la reunión en casa de Domingo Toro Herrera (donde hoy está el Cine Rex), para fundar el Club Hípico en 1869. Con este fin, se compran las chacras en el Callejón Padura, que es su actual ubicación. La primera carrera es en 1870, las primeras tribunas y los jardines son descritos por un periodista extranjero como lo más hermoso del mundo en su género, porque los caballos corren entre flores primaverales; al fin de la época, en 1892, un incendio destruye las instalaciones.

Gonzalo Vial señala que el auge de la hípica fue paralelo a otras expansiones sociales como la ópera, los clubes, las fiestas estudiantiles y los veraneos costeros con los primeros baños de mar.

Carreras del 20 de septiembre en el Club Hípico. Fte.: Fotografía anónima, 1904, en: Santiago 1900, Museo Histórico Nacional, Esso Chile Petrolera Limitada, 1986, s/p, reproducción con fines culturales.

El Club entonces cumplía la función de albergar los eventos especiales: el francés Laiselle se elevó en un globo en 1898; Bartolomé Cattaneo, un aviador italiano, del cual se aseguraba que había volado ante el zar de Rusia a borde de un biplano Biériot de 50 HP, realizó una exhibición ante el Presidente Barros Luco, lo que ya había hecho antes en el Parque Cousiño, y luego lo imitó el chileno Acevedo.

Pero el gran acontecimiento cada primavera, entre 1916 y 1930 era el baile de la Fiesta de los Estudiantes: culminación de las elecciones de reina, las comparsas, sus canciones en el centro a la hora del aperitivo, los charlatanes y bailarines que interrumpían el tránsito. El memorialista Eduardo Balmaceda ha descrito el recorrido de los carros alegóricos, rodeado por centenares de disfrazados, desde la Plaza de Armas hasta el Club Hípico, para el gran baile; 20 ó 20.000 personas, todo Santiago presente, "sin condiciones ni edades".

La llegada de Smith Solar, arquitecto del Club Hípico, a Chile, se produce después que finaliza la revolución de 1891. Es el momento que las obras del Intendente Benjamín Vicuña Mackenna junto a algunas obras públicas como: la Estación Central con una estructura metálica proyectada y construida por la industria Schneider y Co. Creusot construida en 1900; los puentes metálicos sobre el río Mapocho de la misma industria, entre los años 1889 y 1893; el Palacio de Bellas Artes inaugurado el 18 de Septiembre de 1910 y la Estación Mapocho inaugurada en 1913, siendo ambas obras del arquitecto chileno Emilio Jecquier, participando en la construcción de esta última la Compañía Central de Construcciones de H. Saint Pierre de Bélgica; y los palacios privados, todo lo cual le otorga a la ciudad una atmósfera europea.

El Club Hípico es el primero de los grandes proyectos de Josué Smith Solar (14), el que tardó varios años en completarse. Se inició en 1918, y en 1921 estaban en construcción las tribunas de socios, edificio principal del conjunto. Las nuevas instalaciones se inauguraron en 1923.

El amplio recinto del Club, forestado con hermosas avenidas de plátanos orientales, contempla en el interior varios edificios diseñados por Smith, lo que al realizarse en diversas épocas, representan también las variaciones que el mismo experimentó con el correr el tiempo.

Probablemente, la primera construcción fue la bella casa de administración que es posible que se construyera al mismo tiempo que las tribunas generales. Luego está el conjunto principal de edificios, compuesto por la construcción imponente de las tribunas de socios y algunos pabellones que la rodean. En ellos Smith Solar utilizó elementos de distintos orígenes históricos combinándolos sin inhibición y en forma festiva, incluyendo una audaz marquesina volada de hormigón armado, considerada una proeza estructural en su época.

El pabellón de tribunas de socios tiene reminiscencias renacentistas italianas, mientras los elementos menores se adivinan referencias al renacimiento español.

La mezcla estilística no impide, sin embargo, que la calidad de la composición del conjunto se imponga. El edificio de las tribunas de socios, rematado en su parte superior por livianas pérgolas está interrumpido por cuatro torres que contienen la escala.

Hacia el nor-oriente de esta construcción se encuentra otro bello conjunto formado por el casino del club de tenis y la piscina, rodeada esta última de pérgolas. El edificio del casino es de estilo inglés, e incluso su techumbre de tejuela de madera tiene un tratamiento de doble corrida casa seis hiladas, asemejándose a los techos de paja de cierta arquitectura tradicional rural inglesa.

Esta construcción es posterior a las anteriores, y está firmada por Smith Solar y Smith Miller.

En la misma manzana del Club Hípico se ubican las pesebreras que fueron de don Arturo Cousiño y que hoy pertenecen al preparador Augusto Breque. Este conjunto, también tiene rasgos ingleses, fue probablemente proyectado en una época cercana al casino del club de tenis.

El conjunto tiene una casa habitación a la calle con un zaguán de acceso, una hilera de pesebreras al costado sur, un pabellón con salones y una torre de observación hacia las pistas del Club Hípico, al poniente. Lamentablemente en el patio central se construyeron posteriormente nuevas pesebreras, perdiéndose la armonía del proyecto inicial.

En el diseño del Club Hípico propiamente tal, Smith Solar se inspiró en el hipódromo de Longchampes de París.

El club se inaugura en 1923, produciéndose el asombro ante las maravillosas fuentes luminosas, nunca vistas antes en Chile, sus lagunas rodeadas por flores de diversos tipos y vivísimos colores, diseñadas por el paisajista Guillermo Renner, y la majestuosa pérgola y sus clásicas columnas cubiertas por enredaderas floridas y variadas.

El Parque Cousiño 1880 - 1930 (15)

El Parque había sido el paseo obligado de los santiaguinos de fines de siglo XIX, quienes lo recorrían en coche y a caballo. En 1900, para entrar al recinto del Parque, se debía pagar 40 centavos por carruaje, 20 por jinete y nada por peatón.

Pero el esplendor del Parque comenzó con el centenario en 1910. Por las tardes, sobre todo cuando llegaba la primavera, se iba a pasear al Parque Cousiño. Caballos agresivos, relucientes y soberbios, y una legión de vehículos tandems, faltones, four in hands, victorias, vis-a-vis, sin perder de vista el mail de la familia Undurraga. "Ni en Hyde Park en Londres, en el Central Park de Nueva York o el Palermo de Buenos Aires, se encontrarían equipajes mejor presentados que los que concurren al paseo del Parque Cousiño".

Después de 1913 había desfiles de brillantes victorias que transportaban a elegantes damas y caballeros. Los carruajes hacían la ronda dos veces al día. En esta misma época se exhibirían en él los primeros automóviles que llegan a Santiago (Renault, Panhard y Berliez). La gente más modesta y la juventud llegaban hasta allí en el Carro 18, el famoso "carro - parque".

El Parque era muy visitado por deportistas que jugaban foot-ball, tenis y practicaban el ciclismo.


Fiestas patrias en el Parque Cousiño. Fotografía atribuida a Juan M. Sepúlveda, hacia 1910, en: Santiago 1900, Museo Histórico Nacional, Esso Chile Petrolera Limitada, 1986, s/p, reproducción con fines culturales.


Los Barrios Dieciocho, Ejército y República 1895-1930 (16) / (17) / (18)

En 1895 el trazado vial de los barrios Dieciocho, Ejército y República, estaba terminado y la pavimentación de las avenidas que le daban su nombre a estos barrios: las alegres y enjoyadas Dieciocho, Ejército y República y otras quince más se habían construido con asfalto de Trinidad. Sus balcones desafiantes por donde asomaban familias extensas y prósperas entonces, que hicieron su fortuna con la plata de Chañarcillo, la propiedad agraria de latifundios, el alegato abogacil, el parentesco o las armas. Los focos eléctricos y el gas hidrógeno carbonado junto con el tranvía que corría por la Alameda, cuyo origen era la Estación Central y su destino el Centro de Santiago, indicaban que el progreso pasaba por allí.

A principios del siglo XX toman un auge inusitado estos barrios generando una rápida evolución de la construcción, y adquieren un carácter urbano propiamente tal, con su sistema de agrupamiento continuo, en dos, tres y cuatro pisos, con patios interiores, siendo el estilo predominante el neoclásico. Sólo en el caso de República podemos ver obras del tipo "Barrio Jardin" de los años 1919, 1924, 1925 y 1926.

Por esos años, proliferan las viviendas sofisticadas de los más diversos estilos europeos. Las calles perpendiculares a la Alameda de Las Delicias: Dieciocho, Ejército y República, son las preferidas por las familias adineradas y se observan grandes mansiones, en cambio en las calles paralelas a la Alameda se concentran viviendas de menor altura, promedio dos pisos y de una tipología de un nivel social inferior, lo que permite un entorno urbano más homogéneo.

Arquitectos de gran prestigio en la época van a diseñar sus mansiones. Así en el Barrio Dieciocho: en la Alameda con Lord Cochrane estaba la Casa Meiggs construida por el técnico norteamericano Jesse L. Wetmore y que fue finalizada en 1864; la iglesia San Ignacio del arquitecto italiano Eusebio Chelli, construida entre 1867 y 1872; en la Alameda Nº 1550 el Palacio Irarrázabal, actual Círculo Español, del arquitecto Alberto Cruz Montt, construido en 1906; en la Alameda con Dieciocho el Palacio Iñiguez encomendado a los arquitectos Ricardo Larrain Bravo y Alberto Cruz Montt, construido en 1917; en la Alameda Nº 1642 el Palacio Ariztía, actual sede de la Cámara de Diputados en Santiago, del arquitecto Alberto Cruz Montt, construido en 1917; en la Alameda Nº 1656 el Palacio Errázuriz, actual embajada de Brasil, obra del arquitecto Eusebio Chelli, iniciada su construcción en 1872; en la calle Dieciocho Nº 190, una sencilla casa de un piso con una fachada muy simple, que el arquitecto Josué Smith Solar ampliará con dos pisos más, a principios del siglo XX; en la calle Dieciocho Nº 422 el edificio del mismo nombre, del arquitecto E.F. Harrington, construido en 1911 y situado al lado del Palacio Cousiño.

En el barrio República de Norte a Sur, es decir desde la Alameda a Blanco: en calle Salvador Sanfuentes Nº 2350 - 2352 – 2354, el Cité Salvador Sanfuentes que fue construido por el arquitecto Ricardo Larraín Bravo en el año 1929; desde la Alameda, el Pasaje República del arquitecto Luis Román Cristi en 1935; saliendo hacia la Avenida República, el Pasaje del mismo nombre, de los arquitectos Casanova y Román, en 1928 (ambas obras son Art Deco); a continuación de la anterior y por el mismo costado oriente dos obras de Gustavo Monckeberg de 1924 y 1925 respectivamente; en República con Grajales, esquina nor-oriente una obra del arquitecto Ricardo Larraín Bravo en 1919.

En República con Grajales se interrumpe el sistema de agrupamiento continuo y aparece el primer esbozo de un "barrio jardín" que hubo en Santiago: en República entre Grajales y Gorbea costado poniente, una obra de los arquitectos F. Valdivieso Barros y Fernando de la Cruz, de 1925-1926; en República con Toesca, una obra del arquitecto E. Knockaert de 1928; en República entre Gay y Domeyko (República Nº 550, casa de propiedad de don Josué Smith Solar y Nº 580), costado oriente, dos casas de los arquitectos Smith Solar y Smith Miller, de 1923; a continuación de las anteriores una casa del arquitecto Augusto Knudsen Larraín de 1923; y en República con Domeyko, costado poniente, la casa que fuera de Arturo Alessandri (actualmente de la Universidad de Chile), del arquitecto Josué Smith Solar, de 1926.

En la Avenida Blanco N°2315-2319, costado norte, una obra encomendada en 1896 a los arquitectos Ricardo González Cortés y R. Muller y que se construye en 1926; en Blanco con Beaucheff la Escuela de Ingeniería, del arquitecto Alberto Shade, terminada en 1922; y ocupando la manzana comprendida entre Avenida Blanco Encalada, Avenida Viel y calle San Ignacio la Escuela de Sub-Oficiales del Ejército, del arquitecto Victor Henry Villeneuve y la dirección de obra del arquitecto Pedro Palma, construido en 1878.

Los Colegios San Ignacio ubicado en Alonso Ovalle entre las calles Lord Cochrane y San Ignacio (pleno Barrio Dieciocho), los Padres Franceses en la Alameda entre las calles José Miguel Carrera y Almirante Latorre (Barrio Ejército) y el Sagrado Corazón en la Alameda a la altura de San Martín, eran grandes colegios donde estudiaban los hijos de las familias acomodadas de esos barrios. (19)

Los Escenarios de la Sociabilidad 1850-1930

A la luz del contexto anterior, se podría comprender los cambios que sufrieron los escenarios de la sociabilidad de este período, de acuerdo a la función que hasta entonces habían cumplido, como veremos a continuación.

En los primeros decenios del siglo XIX, los paseos a La Pampilla, explanada situada en las afueras de Santiago, eran comunes a todos los sectores sociales. Rugendas realizó el cuadro citado más arriba a partir de este motivo.

También en la novela "Martín Rivas" encontramos una descripción de las fiestas nacionales, si bien éstas ya no se realizan en La Pampilla. Después el fisco, en los años 1842, permuta esos terrenos de uso público por otros ubicados más al poniente, los habitantes de Santiago se reúnen en el Campo de Marte. Este llano representó un papel análogo al de La Pampilla, donde existió la interacción entre diversos actores sociales. El que la élite social discriminara en favor del paseo de la Alameda, no era dato suficiente como para afirmar que ella había abandonado el Campo de Marte, llano en el cual aún participaba de buena gana en celebraciones conjuntas.

En la segunda mitad del siglo, este cuadro de costumbres comenzaría a perder veracidad, puesto que durante ese período el grupo dirigente se apropió de antiguos espacios públicos promoviendo la exclusión espacial de los sectores menos pudientes. Eso ocurre con el Campo de Marte se convierte en parque gracias a los recursos facilitados por Luis Cousiño. El antiguo Campo se transformó en un lugar destinado a deleitar a las familias de élite.

Sería sugerente considerar a este proceso como una reacción oligárquica ante la hegemonía que en los llanos urbanos habían alcanzado las formas de sociabilidad popular asociadas a las chinganas y ramadas.

Las fantasias de la élite giraban en torno a los parques creados por Haussmann como parte del programa de remodelación de la ciudad de París, llevado a cabo entre los años 1853-1870. Sabido es que el Bois de Boulogne, el Bois de Vincennes y el Parc de Buttes Chaumont, tuvieron como referente al Hyde Park, espacio londinense de goce aristocrático que había maravillado a Louis Napoleón, cuando pasaba su exilio en Inglaterra y todavía no ascendía a la calidad de emperador e impulsor de las reformas urbanas que le darían a París su constitución moderna.

La élite, en consecuencia, renuncia a continuar formando parte de esa sociedad que acostumbraba a congregarse en el Campo de Marte, aún cuando en ese parque con trazas de jardín doméstico, se deja espacio para una explanada de ejercicios militares. Como una prolongación del espíritu selectivo reinante en sus salones, ahora el grupo dirigente prefiere elaborar formas de recreación al margen de la algarabía popular. La creación del Parque Cousiño no obedece sino a la erección de un escenario ajustado al nuevo cariz de las representaciones jerárquicas.

Pero esta segregación social de los espacios no sólo supuso el requisamiento para beneficio propio, de antiguos terrenos de uso público, sino también implicó la apertura de nuevos espacios destinados a satisfacer los requerimientos de la clase dirigente.

Por sus valores emblemáticos me refiero al Teatro Municipal construido entre los años 1853 y 1857, destruido por un incendio el año 1870 y reconstruido en el mismo lugar; al Club de la Unión de 1864, y el Club Hípico, inaugurado su actual edificio en 1923. A ellos se suman la Quinta Normal y la domesticación del Cerro Santa Lucía. Todos actuaron, en mayor o menor grado, como amplificadores de la exclusividad e intimidad de los salones no por obra de la ley, sino por obra de la costumbre. El pueblo, a fuerza de sufrir...acepta la separación como un hecho necesario.

El Parque Cousiño, en vez de representar un área rural o campestre, obedece a una construcción consciente, es la plasmación de un proyecto. Si bien es un lugar abierto a la imaginación, no ha sido abandonado al desorden. Es un paisaje de ensueño, en un sentido rousseauniano. Esto lo hace original y al mismo tiempo lo aleja de las pesadillas. Esta contraposición obedece al contraste entre pobreza y riqueza, pero también refleja la percepción de la ciudad como una forma jerárquica paralela al orden social, fenómeno que se remonta a la Colonia, la ciudad ideal regida por la razón ordenadora... un orden social jerárquico que se transpuso a un orden distributivo geométrico.

Conclusiones

Si revisamos las cifras de población aproximada de Santiago en ese período:

1840 : 90.000 habitantes
1865 : 115.377 "
1872 : 140.000 "
1875 : 150.767 "
1895 : 250.000 "
1909 : 350.000 "
1929 : 507.796 "

se observa que, entre 1840 y 1865, la población de la ciudad había crecido a razón de 1.015 habitantes por año aproximadamente, y entre 1895 y 1920, lo hacía a razón de 10.312 habitantes aproximadamente; es decir, diez veces más por año. Esto significó una creciente demanda por terrenos.

Siendo que los estratos socio económicos altos, debido a sus recursos, son los que conducen el proceso de ocupación de las áreas que presentan mayores ventajas comparativas y mayor valor del suelo en consecuencia, ¿qué fue lo que determinó el emplazamiento de los barrios Dieciocho, Ejército y República, hacia el sur-poniente existiendo una gran diversidad de posibilidades?

Era indudable que la oligarquía que había usado en su beneficio antiguos terrenos de uso público, como la Alameda de las Delicias y la Quinta Normal y ciertos escenarios de la sociabilidad como el Teatro Municipal y el Club de la Unión - que amplificaban la exclusividad e intimidad de los salones no por obra de la ley sino por obra de la costumbre-, percibió en el Parque Cousiño un escenario que se ajustaba al nuevo cariz que adquirían las representaciones jerárquicas.

De la historia de la imagen podemos extraer los antecedentes para una respuesta, en forma tentativa, a la pregunta: ¿por qué se creó un parque tan extenso, siendo que en su alrededor sólo existían algunas instituciones militares que ocupaban El Llano o La Pampilla para su instrucción militar y muy escasa población residencial?

Para responder a esta pregunta se requiere formular la hipótesis:

El Parque Cousiño obedece a una construcción consciente; es un paisaje de ensueño en un sentido rousseauniano. En ese sentido, el Parque Cousiño fue visto como una externalidad positiva que además conjugaba con sus fantasías provenientes de la cultura francesa y las reformas urbanas de París.

El Parque Cousiño es el elemento que desencadena el proceso de urbanización del área sur-poniente de Santiago y a él se agrega posteriormente el Club Hípico que se convierte en el primer escenario que relaciona la sociabilidad con la recreación deportiva. (20)

El Parque Cousiño, el Club Hípico, las grandes avenidas como República con sus faroles en el centro (en menor grado Ejército y Dieciocho) y los palacios con su creciente prestigio, son los arquetipos que le otorgan al área y sus alrededores, su imagen, su cualidad inconfundible.

El ocaso del prestigio del Parque Cousiño y sus alrededores

Hay tres factores que han participado indistintamente y con diferente ponderación en los cambios de localización de los estratos socioeconómicos altos:

- el gestor inmobiliario, que vende una imagen de ensueño de un paisaje urbano sustentado por un "crédito ventajoso";

- una nueva teoría o concepción de habitar coincidente, a veces, con un país dominante en el mundo de la economía y la cultura;

- una legislación o norma que hace posible esa opción de cambio, en forma implícita o explícita.

La atracción que ejercía la imagen de las quintas de Providencia y Ñuñoa junto a Cordillera de Los Andes; las concepciones de "la Ciudad Jardín" y los cambios en la cultura dominante del predominio francés a Inglaterra y Estados Unidos posteriormente; y la legislación que se abría a las influencias de las nuevas ideas de la Bauhaus y los CIAM, van a contar como aliado con el vehículo motorizado, el mismo que había interrumpido el control del espacio público y la tranquilidad de los residentes para producir la movilidad y el cambio de localización. (21)

En sus inicios, entre 1935 y 1950, los factores señalados aceleraron el cambio de localización. Este no fue un cambio violento ni se hizo sentir inmediatamente, debido que al principio algunos conventos, Facultades de la Universidad de Chile (Ingeniería y Economía) y pensionados universitarios cubrieron el ambiente de abandono. A fines de 1960 eran muy pocas las familias de la oligarquía que aún permanecían en el área y del declive fue inevitable y casi total.

Complejo Vial Avda. Norte-Sur en construcción (1958-1975), vista sobre calle Agustinas hacia el Parque O’Higgins y Club Hípico. Fte: Archivo de Juan Parrochia Beguin 2000.

Al iniciarse la década de 1970 se hicieron trabajos destinados a la recuperación del Parque. Después se le circundó con una reja alta para evitar el ingreso nocturno y el consiguiente peligro de acciones delictivas. Más tarde, en 1971, comenzó la construcción del Estadio Techado, y en 1972 se construyó el "Pueblito", de aspecto aparentemente rural y campesino, con lugares para comer y visitar y con una feria artesanal y dos pequeños museos.

Por ese mismo tiempo se resolvió cambiar su nombre por el de Parque O"Higgins, con lo cual se puso una rúbrica al fin de un período.

El deterioro del área que comenzó con el Parque y luego con el abandono de las familias; continuó con la llegada de los institutos militares y el gran control policial ejercido por éstos, los que habían adquirido grandes propiedades a un bajo precio, preferentemente en el barrio República, a partir de 1973. Esto produjo como consecuencia, un deterioro de las viviendas producto del desuso y una caída en el nivel socioeconómico de los habitantes.

2. La imagen actual y sus posibilidades futuras

El análisis de la imagen debe abarcar la totalidad del Parque y su área inmediata, pero puede comprender sub-áreas diferenciadas que constituyen la totalidad.

Nos hacemos las siguientes preguntas:

¿Cuáles son los elementos constitutivos más importantes de la imagen del Parque y su área inmediata?
¿Qué elementos configuradores conforman su imagen?
¿Cuáles son los puntos débiles y cuáles los fuertes de la imagen?

Período 1980 - 1997

Hay dos instrumentos legales que van a incidir, de manera importante, en la renovación urbana del área inmediata al Parque O’Higgins en este período:

- la ley sobre las universidades privadas a partir de 1981;
- y el subsidio de renovación urbana aplicado desde 1994.

Estas dos iniciativas legales van a tener una fuerte incidencia en la renovación urbana del área, ya que un área relativamente central, en deterioro, consecuentemente desprestigiada y constituida por grandes propiedades, hacía posible su reciclaje para la enseñanza universitaria e institutos profesionales nacientes a un precio muy conveniente. Junto a ello, el subsidio va a hacer viable la construcción de edificios de departamentos orientados a familias que privilegian o requieren de la cercanía del centro.

Así también, la continuación de la construcción del proyecto del Estadio Techado en 1997, va a contribuir a tomar conciencia en el significado del Parque para el desarrollo del área.

En este contexto, al Parque O’Higgins, al Club Hípico, a la Avenida República (en menor grado Ejército y Dieciocho) y a los palacios ahora utilizados preferentemente como oficinas o recintos universitarios e institutos profesionales, se agregan el conjunto residencial Virginia Opazo que aún conserva una buena mantención, el Estadio Techado y el potencial que ofrece la Avenida Beaucheff, como los elementos constitutivos más importantes y que configuran y conforman la imagen del Parque y su área inmediata.

¿Cuáles serían entonces los puntos débiles y cuáles los fuertes de la imagen?

El Parque O"Higgins y el Club Hípico son espacios de una gran dimensión, que para ser recorridos a pié (entre 15 y 20 minutos aproximadamente) requieren de un largo tiempo, y al alcanzar su centro (en el Campo de Marte o al Centro de la cancha de carreras), se pueden percibir grandes hitos de referencia de la ciudad, como son la Cordillera de los Andes y la Torre Entel.

Ambos espacios, tanto el Parque como el Club Hípico tienen una elevación principal y una posterior. En el Parque, la Plaza Ercilla y la Avenida Rondizzoni, y en el Club Hípico, su acceso principal y las pesebreras en su costado sur.

El Parque se encuentra en cierto estado de abandono producto de las numerosas intervenciones como el "Pueblito"; la piscina junto a la laguna; los dos recintos de tenis, y el patinódromo, etc., los que han usufructuado de este gran espacio sin buscar insertarse en él.

Además, el Campo de Marte, en conjunto con la elipse ocupan un gran territorio plano con gran parte de este pavimentado, y con ausencia de masa de vegetación, como un gran espacio desértico. La reja que circunda el Parque impide su uso las 24 horas del día, con los inconvenientes que esto significa para los numerosos estudiantes que se encuentran en su cercanía. El Parque requiere con urgencia un plan de conjunto.

El Club Hípico está bien conservado, pero su cierro opaco de gran dimensión impone un ritmo monótono a la Avenida Blanco y le hace perder su escala. Además imposibilita apreciar sus jardines, las tribunas de socios y algunos pabellones que las rodean; solamente por el costado oriente, dando a la calle Club Hípico, se pueden observar algunas construcciones de estilo Tudor.

El color y la textura dominante del Parque y las Avenida Beaucheff y Rondizzoni son los proporcionados por su masa vegetal y árboles, con sus diferentes matices. Pero con la noche, por una inadecuada iluminación, toda esa diversidad de colores se transforma en negro.

El Estadio Techado, dado su gran tamaño, requiere de una buena inserción en el Parque, mediante una apropiada elección y ubicación de los árboles y arbustos que lo circundan por los costados norte, sur y oriente, de manera de conferirle una escala humana; y por el costado poniente, la masa arbórea, dada su gran distancia de la calle, debe producir un contraste que acuse su acceso principal.

Así también, el Estadio Techado por su irradiación ha hecho evidente el gran potencial de desarrollo del espacio peatonal de las veredas de la Avenida Beaucheff, donde se puede diseñar un proyecto de áreas verdes, en base de jardineras y escaños que induzca la localización de locales como restaurantes, salón de té y servicios complementarios con las actividades del Estadio y del Parque.

Al considerar dos grandes espacios, como el Parque y el Club Hípico, separados solamente por una angosta superficie, no deja de extrañar que no haya existido una relación virtual entre ambos, dado el padrón que jugaron en la historia pasada. Este es, tal vez, el momento de buscarlo a través de una normativa que permita construir sobre las calles que unen las Avenida Beaucheff y Club Hípico, dejando libre los primeros pisos y esas calles, a la manera de una construcción sobre pilotes.

La Avenida República al reducir el espacio de la calle y ampliar sus veredas, incorporando un apropiado sistema de jardineras y escaños y preservando sus faroles, hizo primar el peatón sobre el vehículo a motor y transformó esta Avenida en un "boulevard-patio", adecuándola a las nuevas demandas del espacio generada por la escasez de ese recurso en el interior e las propiedades de los planteles universitarios e institutos profesionales.

Hemos dejado para el final los palacios, el primero de éstos el Palacio Cousiño ha quedado fuera del área inmediata, como consecuencia del complejo vial Norte-Sur, también eso ha sucedido con las viviendas que tienen su fachada principal a la Avenida Viel.

El programa de repoblamiento del área poniente de la comuna de Santiago ha sido un éxito, pero sin ningún respeto por la tradición, en cuanto a la tipología de los nuevos edificios y su inserción. No se ha respetado en muchos casos ni el sistema de agrupamiento, ni la altura, ni ha existido sensibilidad frente a los zócalos, la modulación de las ventanas y su proporción, incluso en algunos casos no se ha respetado la línea oficial, ni la línea oficial de edificación (22). En este sentido ejemplos como el conjunto Virginia Opazo y otros, son una excepción.

Conclusiones sobre la imagen actual y sus posibilidades futuras

Partiendo de la hipótesis que se ha deducido de la historia de la imagen, el Parque O’Higgins debe seguir siendo visto como una externalidad positiva, pero su recuperación, dado los cambios anteriormente señalados, no sólo debe conjugarse con las fantasías provenientes de la cultura francesa, sino también con los intereses que emanan de la cultura de una población del estrato medio que ha venido a sustituir a la antigua oligarquía y los estudiantes universitarios. Si bien pocos estudiantes residen en el área inmediata del parque, son la "sal y pimienta" de la vitalidad y animación del área.

A partir de lo anterior, la nueva pregunta debe ser:

¿Qué diseño sería el conveniente para un Parque de 76,7 hectáreas, creado en 1873, que obedecía a una construcción consciente de un paisaje de ensueño en un sentido rousseauniano y que, además, conjugaba con fantasías provenientes de la cultura francesa, dados los grandes cambios que sucedieron en el área inmediata y el impacto producido por la continuación de la construcción del Estadio Techado?.

Para responder a esta pregunta se requiere formular una nueva hipótesis:

El diseño del Parque O’Higgins debe expresar la evolución histórica de la imagen entre 1873 y 1997, ponderando los puntos fuertes de cada uno de los períodos más representativos de esa evolución y su posible futuro, mitigando los puntos débiles, pero haciendo primar siempre la idea de conjunto.

Es evidente que al hacer primar la idea de conjunto, la ponderación de los puntos fuertes no debe ser vista como una ponderación matemática. (23)